Este verano, por primera vez, lleváis a vuestro hijo a casa de los abuelos para que pase con ellos una estancia prolongada. Sigue estos consejos para preparar al niño y para prepararos vosotros también a la separación.
Antes del viaje
Malo, de 2 años, va a pasar diez días en casa de sus jóvenes abuelos primerizos, Isabelle y Michel, durante las vacaciones de verano.
Ante esta perspectiva, su hija Claire, la madre de Malo, no puede evitar tener sentimientos ambivalentes: “Por un lado, es genial que mi hijo pase un tiempo especial con ellos. Además, prefiero que esté en su casa, en la playa, que en la ciudad, en la guardería. Mi pareja y yo podremos quedarnos en el despacho hasta más tarde sin estresarnos y así estaremos relajados cuando le volvamos a ver. Pero no nos hemos separado nunca durante tanto tiempo. Tengo miedo de cómo vivirá Malo este cambio”.
Cuando Claire habla de esas punzadas en el corazón provocadas por la separación, ¿se está refiriendo a Malo o a ella misma? La psicóloga Béatrice Copper-Royer cree que “si sentimos que esa separación nos rompe el corazón, es mejor no dar el paso. Los niños son como esponjas para las emociones. Percibirán la ansiedad de la separación en los padres”. Una ansiedad que puede aumentar incluso antes del viaje si provocamos inquietud en los pequeños.
No es necesario prepararlos para la estancia con tres meses de antelación. “Lo fundamental es que los abuelos estén familiarizados con el niño –subraya Béatrice Copper-Royer–. Esa proximidad permitirá que no se quiebre la sensación de seguridad interior del pequeño”.
En cambio, unos días antes, podemos preparar la maleta con el niño y meter en ella todo lo que necesita (ver al final del artículo). Y dejar que escoja algunos objetos –un peluche, un libro, un juguete…– que le ayudarán a sobrellevar el cambio de casa.
Es solo una “hasta pronto”…
Uno de los momentos más difíciles de manejar es sin duda el de la despedida, antes del viaje. Es mejor evitar los abrazos interminables que hacen que el niño note que a sus padres les cuesta separarse, lo que puede acentuar su inquietud. Pero tampoco podemos desaparecer “a espaldas” del niño, porque entonces tendría la sensación de que sus padres han desaparecido literalmente. Lo mejor es despedirse de forma tranquila y natural, “sin hacer aspavientos”, aconseja Béatrice Copper-Royer.
Para paliar el bajón después de la partida, podemos pedir a los abuelos que organicen una actividad nada más llegar, para desviar esa sensación de tristeza.
Durante la estancia
“Lo que pasa en casa de los abuelos, se queda en casa de los abuelos”, resume sonriendo Antoine, que este verano deja a Violette, de 3 años, con sus suegros una semana. Hay que entender que las normas de nuestros padres no tienen por qué ser las mismas que las nuestras, ¡hay que soltar lastre! De modo que, con los más mayores, hay que cerrar los ojos si se acuestan más tarde o si les regalan caramelos en la panadería.
“Cuando el niño es muy pequeño, los abuelos tienen que respetar su régimen alimentario, sus horas de siesta y las costumbres antes de dormir, ¡pero sin necesitad de cumplir con el horario a rajatabla!”, insiste sin embargo Béatrice Copper-Royer. La psicóloga, que tiene siete nietos, añade: “Los abuelos saben que cuando los nietos están en casa, tienen que estar disponibles al cien por cien. Y los pequeños valoran mucho esa disponibilidad total. Personalmente, era bastante más confiada con mis hijos de lo que lo soy con mis nietos”.
Como es lógico, los padres quieren tener noticias. Pero hay que evitar la llamada por Skype a última hora de la tarde, ya que puede provocar abatimiento en el niño porque es “una falsa presencia que reactiva la inquietud de la separación”, resume la psicóloga. Es mejor llamar a primera hora de la mañana o antes de comer, cuando se van a suceder diferentes actividades. Una buena alternativa es enviar postales, menos intrusivas, y que son como un guiño de los padres.
El regreso
Marion pasó por una amarga experiencia el año pasado: cuando ella y su marido fueron a recoger a su pequeño Simon a casa de sus padres tras una semana de vacaciones, el recibimiento no estuvo a la altura de sus expectativas: “Estaba deseando verle, pero él se pasó el día enfurruñado y cogiendo rabietas. Fue como si nos estuviera haciendo pagar nuestra ausencia”. Para Béatrice Copper-Royer no se trata tanto de “hacer pagar” como de “encontrarse en pleno conflicto de lealtades: ¿hacia quién dirigirse?, ¿hacia los padres o hacia los abuelos?”. El pequeño se siente un poco perdido.
Pero esa dimensión se desdibuja enseguida. Y permanecen los buenos recuerdos que el niño quiere transmitir: los primos, los nuevos paisajes que ha descubierto o las cuentos que nunca había oído antes. Y también una relación especial con los abuelos que se ha desarrollado a lo largo de la estancia. “Un vínculo gratuito”, como recuerda Béatrice Copper-Royer.
Elementos básicos del bolsón antiestrés
Hay que meter algunos objetos (el peluche, el botiquín, la cartilla de salud, sus cuentos favoritos y los juguetes preferidos) en un bolsón para que la estancia transcurra sin sobresaltos, tanto para los niños como para los padres y los abuelos:
Texto: Joséphine Lebard.