¿Vuestro hijo empieza a hablar? ¿Cómo podéis ayudarlo a progresar y qué errores hay que evitar? Seguid estos consejos de la lingüista Laurence Lentin fáciles de aplicar en la vida cotidiana (durante un paseo, a la hora del baño, mientras leéis un cuento…).
Aprender a hablar: estrategias para ayudar a tu hijo a hablar
Tu hijo cuenta una historia difícil de entender… ¿Qué decirle al niño?
A veces, las palabras de los niños pequeños son enigmáticas. “¿Sabes?, Nana ha empujado, y luego me he manchado y, entonces, la señorita y luego se ha puesto a llorar”.
Entonces los padres, que a menudo tienen prisa, interrumpen al niño con brusquedad. Pero también pueden ayudarle a aclarar su relato: “Juana te ha empujado y por eso has manchado tu dibujo. ¿Era a la hora de pintura?”. “Sí, y la señorita ha reñido…”. “¿Entonces la señorita ha reñido a Juana y Juana ha llorado?”.
¿Por qué esta actitud ayuda a tu hijo?
Para un niño, es difícil contar un suceso, encadenar las etapas, distinguir las causas y las consecuencias. Pero podemos hacerle preguntas para entender mejor su relato y plantear hipótesis para rellenar sus carencias.
Una vez que hemos entendido lo que nos dice, podemos retomar la historia con el encadenamiento lógico. Sin duda será bueno para el niño, sobre todo si no le hacemos sentir el fracaso de sus tentativas.
Tu hijo canturrea palabras en la sillita de paseo… ¿Qué decirle al niño?
Los padres no siempre prestamos atención a las palabras que pronuncia el niño cuando lo paseamos en su sillita. Entonces, los “tata… mama.. pati” caen en saco roto.
Pero también podemos intentar comprender lo que dice el niño y dirigirnos a él: “Mamá se ha ido, vamos a casa de la Abu”. El niño repetirá: “Mamá io… asa Abu”.
¿Por qué esta actitud ayuda a tu hijo?
A ese niño le han escuchado. Le han hablado en un lenguaje coherente, adaptado al suyo. Ha respondido en función de sus posibilidades. Lo que al principio no era más que un juego vocal se ha convertido en un verdadero diálogo.
Este intercambio entre el adulto y el niño, que pasa por el lenguaje, es a la vez un elemento de aprendizaje y un enriquecimiento de la relación afectiva.
A la hora del baño, damos instrucciones… ¿Qué decirle al niño?
A la hora del baño, solemos tener prisa. En lugar de hablar al niño de modo expeditivo (“¡De pie!”, “¡rápido!”, “¡las zapatillas!”), podemos intentar reducir la velocidad y utilizar una formulación verbal educativa: “Levanta los brazos, que te voy a quitar el jersey”. “¿Podrías sentarte en el suelo para quitarte los calcetines?”. “¿Ito el palón?”. “Sí, quítate el pantalón”.
¿Por qué esta actitud ayuda a tu hijo?
Estas órdenes son fáciles y completas. Retomamos la pregunta del niño utilizando un lenguaje corriente, sin insistir ni hacerle repetir, en un clima de confianza propicio al aprendizaje.
Si nos hubiéramos limitado a dar órdenes, el pequeño no hubiera aprendido nada en materia de lenguaje: se habría transformado en un autómata y no hubiera podido hacer el trabajo mental necesario para este aprendizaje.
Cuando le leemos un libro… ¿Qué decirle al niño?
Para que la hora de la lectura sea un éxito, la proximidad física es esencial: al pequeño le gusta instalarse en las rodillas de su padre o de su madre o hacerse un ovillo en su regazo. También puede pasar las páginas, señalar con el dedo y hacer preguntas.
El adulto se puede tomar libertades con el texto, simplificar una palabra difícil, modificar la sintaxis o acortar pasajes.
¿Por qué esta actitud ayuda a tu hijo?
Al adaptar la lectura a la comprensión del niño, el progenitor evita que desconecte. Así, los más pequeños aprenden a relacionar lo “hablado” con el texto y las imágenes de una historia.
Si escogemos obras buenas, hacemos que el niño descubra un lenguaje distinto del de la vida diaria que facilitará su aprendizaje de la lectura.
Declaraciones de Laurence Lentin recogidas por Isabelle Gravillon.