Mientras leemos un cuento a nuestro bebé, a veces nos asalta la duda: ¿qué sabe él o ella de todo esto? ¿Qué debo leerle? ¿Cuándo? ¿Cómo? Popi analiza las preguntas que os planteáis los padres.
¿Por qué hay que leer a un bebé?
Por puro placer…
Patrick Ben Soussan es categórico: “Si no hay ganas ni placer, la actividad carece de interés, no merece la pena leer a un pequeño. ¡Pero es una lástima prescindir de la lectura!”. El psiquiatra infantil, especialista en la lectura a los bebés, insiste en las ganas de compartir el momento en torno al libro. Arnaud, que es padre de tres niños, nos cuenta cómo disfruta con Roman, de 2 años, de la ternura de ese encuentro: “Estamos juntos, nos acurrucamos y compartimos un imaginario común”. “Es un momento especial que se sitúa al margen del tiempo”, observa Aude, madre de dos niños. “Me consagro totalmente a ellos, no hago nada al mismo tiempo”. Además, Aude ve en la lectura una buena ocasión para el “encuentro con el niño: a veces me sorprendo por su modo de reaccionar y comprender las imágenes y la historia, tan diferente al mío”.
¡… Y por todo lo demás!
El libro invita a intercambiar, reunirse, hacerse mimos… y el pequeño descubre muchas otras cosas como sonidos, palabras e historias para escuchar, balbucir y luego repetir. El niño se alimenta y se enriquece hasta el punto de que, al hablar, unas veces utiliza la expresión “de pronto” y, otras, “de repente”. La increíble riqueza gráfica de los álbumes despierta su sensibilidad artística, mientras que las imágenes, las formas y los colores le hacen descubrir el mundo. Con un libro, también aprende a relajarse, a escuchar, a esperar tranquilamente el autobús o su turno en el pediatra. De modo que el libro es para los niños, igual que para los adultos, un cofre lleno de tesoros y riquezas inagotables. Al abrirlo delante de un pequeño, instauramos una costumbre para toda la vida que le permitirá evadirse, calmarse, cultivarse, informarse…
¿Cuándo empezar?
No hay una edad determinada. “Se empieza cuando se quiere”, asegura Patrick Ben Soussan. “¡Hasta se puede leer a una buena panza de premamá! Desde muy pequeño, el niño es sensible a la palabra. Y se queda con lo que puede: la voz, las entonaciones…”. Aude a veces se pregunta qué entiende Victor, de 2 años, de lo que ella le cuenta: “Veo que es sensible al ritmo, a la musicalidad del texto… y, en cierto modo, a la historia. Igual que en una canción, hay un principio y un fin, algo que se construye”.