Con un año o año y medio de edad, un niño o una niña puede disfrutar de un cuento adecuado o de una revista pensada para su nivel de comprensión y de madurez. Será más sencillo si tenemos en cuenta algunos puntos.
1. Elegir un buen momento
La iniciación en la lectura requiere tranquilidad y cierta dosis de dedicación. Por lo tanto, el niño debe estar relajado, no ocupado en otra actividad o interesado por otra cosa. Por su parte, el adulto no puede tener (ni mostrar) prisa. Un momento excelente es la hora de dormir, cuando el niño está cómodamente en su cama. Un cuento corto, contado a media voz, con un poco de soltura, le ayudará a desconectar de la actividad del día, le relajará y le ayudará a conciliar el sueño (lo que no siempre le resulta fácil por sí mismo).
2. Acotar la duración de la lectura
Con un niño tan pequeño, no se puede alargar demasiado el tiempo dedicado a disfrutar de una historia, porque su capacidad de atención es aún muy limitada.
3. Buscar un ambiente adecuado
Hay que elegir un espacio tranquilo, sin demasiadas interferencias (ruidos, movimientos) que dispersen la atención de ambos.
4. Tener en cuenta la comodidad
Conviene situarse de manera que el niño pueda elegir la postura que le resulte más cómoda para concentrarse: por ejemplo, sentarse junto al adulto o en sus rodillas, apoyarse sobre una mesa baja o tumbarse en el suelo, siempre con las páginas bien a la vista para observar las imágenes si dificultad.
5. Consagrarse en cuerpo y alma a esos momentos compartidos
Se necesita una actitud que favorezca el encuentro del niño con el adulto en torno a una historia: el adulto debe dedicar esos poco minutos, exclusivamente, a disfrutar con el libro o con la revista elegidos. Si el padre o la madre disfruta, el niño lo percibirá y le será más fácil concentrarse en la actividad.
6. Ser flexible
Hay que aceptar la reacción del pequeño lector: a veces estará más disperso, se irá y volverá, o tal vez no vuelva… En este último caso, hay que continuar unos minutos leyendo o narrando de memoria el cuento porque en ocasiones el niño, aparentemente ocupado en otra cosa ya, en realidad nos sigue escuchando. Pero nunca hay que forzar las cosas: en ocasiones, el ánimo del niño no permitirá proponerle una actividad de este tipo, que requiere cierta quietud y atención.