Demostrad a vuestro hijo que la lectura y los libros forman parte de vuestra vida cotidiana y de vuestro entorno. Si se da cuenta de que disfrutáis leyendo, también a él le apetecerá leer. El placer de la lectura suele ser contagioso, pero para eso se tiene que notar.
Educar a los hijos en el ejemplo del gusto por leer
Solemos leer de noche, cuando los niños están durmiendo y ya no nos ven. O en los transportes públicos que cogemos sin ellos para ir al trabajo. ¿Dónde están nuestros libros? ¿Bien ordenados en la biblioteca o repartidos en cualquier rincón de la casa?
La lectura también está presente cuando hablamos. En la mesa, la conversación se convierte en un interrogatorio en toda regla sobre lo acontecido durante la jornada escolar. Si él hiciera lo mismo con nuestra vida en la oficina, estaríamos encantados, seguro… Así que tiempo al tiempo. Para cambiar de ambiente, habladle del libro que estáis acabando y del que queréis leer después.
«¿Y papá qué está leyendo?, ¿Alguien necesita algo de la librería o de la biblioteca?»
Podemos incluso apañárnoslas para proponer un trato: que no quite la mesa para que pueda terminar enseguida el último capítulo del libro que está leyendo. Si eso no le hace comprender que la lectura es un placer, ¡entonces sí que hay como para desanimarse!