La autonomía del niño no se decreta. Algunos pequeños se lanzan con entusiasmo a aprender las acciones de la vida cotidiana, otros no tanto. Os damos algunas pistas para ayudar a vuestro hijo a hacer las cosas solo sin presionarle.
La autonomía en la infancia
Ni ya mayor ni demasiado pequeño. Tu hijo es las dos cosas a la vez. Por eso es el momento adecuado para ayudarle a hacer las cosas solo. La pediatra Françoise Ceccato atiende a familias muy diversas en su consulta del hospital de Burdeos. “¡Qué difícil es para los padres encontrar el punto de equilibrio! A veces hacemos todo en lugar del niño. Otras, por el contrario, lo consideramos mayor de lo que es y exigimos demasiado de él”. En los dos casos, corremos el riesgo de que el niño se sienta incapaz de nada. Para que el niño pueda hacer las cosas por sí mismo, debe “sentirse seguro afectiva y emocionalmente”.
Para la pediatra, eso empieza por la mirada que el adulto dirige al niño, por la atención que le presta. “Debemos estar atentos a lo que dice, a lo que hace, a lo que cuenta. Así el pequeño forjará su autoestima. Hoy en día –señala–, a los niños se los escucha y se los mira menos que antes: los padres están muy ocupados, preocupados y distraídos. Es importante reservar momentos especiales (a la hora de la comida; por la noche, antes de acostarse o durante los fines de semana) para prescindir de los móviles y hacer algo juntos de verdad”.
Ayudar a tu hijo a forjarse una autoestima sólida también es aceptar que aprende a su ritmo y, sobre todo, a tientas, por ensayo y error. “¡Huy, deja ese vaso, que se va a romper!”, “¡baja de esa silla, que te vas a caer!”. Si esas profecías se hacen realidad, el pequeño llegará a la conclusión de que es un inepto. Sin embargo, el niño aprende tanteando. ¡La autonomía no se adquiere en un día! Sí, tirará el agua, se abrochará mal la chaqueta… Pero hay que refrenar las ganas de ayudarle antes de que él lo pida. Françoise Ceccato aconseja así mismo que “cuando tengamos que hacer un comentario negativo –que también es nuestro papel–, procuremos acompañarlo de dos comentarios positivos”. Para no cortarle constantemente las alas. Y para mantener su vitalidad, que le hace desear avanzar. Es un motor muy valioso para crecer y adquirir autonomía.
10 ideas para ayudar a los niños a ser más autónomos
1. ¡Soy capaz!
Anima al niño a que se ponga desafíos: “Soy capaz de… saltar desde el tercer peldaño / seguir una línea recta caminando por el suelo / saltar a la pata coja hasta… /imitar a un cocodrilo, etc.”. El progenitor también puede participar. Escribe y numera los desafíos, del 1 al 6. Lanzamos un dado: desafío n.º 2. ¿Eres capaz? El niño se alegrará de su victoria. El adulto puede proponer desafíos que al niño no se le hubieran ocurrido, pero sin poner el listón muy alto: dar los buenos días al llegar al cole, ponerse los zapatos solo por la mañana…
2. Mostrar con precisión
Hay actividades que hacemos de forma mecánica, como pasar una esponja o el cepillo para recoge las migas. Pero, para nuestros hijos, son acciones nuevas. Tenemos que enseñárselas. Diane Vandaele, que es educadora Montessori de niños entre 3 y 6 años y coordinadora de la asociación Montessori de Francia, explica: “Cuando el niño tira un vaso, lo primero que hay que hacer es quitar hierro al asunto diciendo: ‘Es normal, estás aprendiendo. Enseguida lo recogemos’”. La educadora aconseja que luego pasemos una esponja descomponiendo bien las acciones, a cámara lenta y de forma precisa y bien explicitada. El niño necesita fijarse en cada etapa: la esponja se empapa de agua, la apretamos en el fregadero… Al ver la sucesión de acciones, el niño las “absorbe”. Luego el progenitor puede invitar al niño a repetir los gestos. Claro que no logrará hacerlo bien a la primera: necesita repetir, repetir y repetir… Tenemos que estar dispuestos a enseñárselo tantas veces como sea necesario.
3. ¡Participo!
Françoise Ceccato dice sonriendo: “Cuando les digo a los padres: ‘Vuestro bebé tiene un año, os puede ayudar en casa’, ponen los ojos como platos. Pero se puede empezar muy pronto”. Un niño de menos de 3 años puede lavar los rábanos en un balde o tender los calcetines en el tendedero. A los 3 años, puede al menos poner su plato en la mesa, hacerse la cama por la mañana, guardar las zapatillas en el armario, cortar la verdura con un cuchillo (sí, sí)… Y si el edredón no está bien alineado sobre el colchón, ¿qué más da? “Tener la sensación de ser útil es agradable: me tienen en cuenta, ocupo un lugar, me apetece participar”. Convertir al niño en actor de su vida tiene repercusiones a largo plazo. “En una sociedad en la que contamos mucho con lo que harán los demás, me parece importante enseñar al niño a contar consigo mismo”.
4. ¡Ando!
“La autonomía pasa también por los desplazamientos”, subraya Diane Vandaele, sorprendida al cruzarse con tantos niños de más de 3 años que van sentados en su silla de paseo, a menudo con un chupete en la boca. Claro, por la mañana, solemos ir con prisa, pero los niños son capaces de comprenderlo y de acelerar el paso si los padres, por su parte, aceptan no dar zancadas tan largas. “Andar forma parte del desarrollo del niño. Cuanto más ande, mejor caminará”, aclara la educadora. Además, ese tiempo de ejercicio físico es bueno para iniciar la jornada en el colegio.
5. Tengo mi propio material
Es difícil ser autónomo cuando los muebles son demasiado altos y hay que volverse hacia el adulto para coger los objetos. Adapta tu casa de forma sencilla: un taburete elevador para alcanzar el fregadero, una percha a la altura adecuada para colgar el abrigo y la mochila, un cajón en la entrada para dejar los zapatos y las zapatillas, cajas accesibles para guardar los juguetes, un cajón personal en el baño con sus productos de higiene… Todo eso ayuda a que adquiera autonomía.
6. No necesito a nadie para… lavarme
Un guante de aseo de su tamaño, una pastilla de jabón o un frasco de gel con dispensador y ya se puede lavar solo. Tenemos que explicarle cómo hacerlo para que no se olvide de nada. Y tal vez comprobar el resultado haciéndole algunas preguntas. Al salir del baño o de la ducha, hay que secarse todo el cuerpo y… ¡no hay que dejar la toalla tirada en el suelo!
7. Me visto solo
A la edad de Caracola, un niño puede escoger tranquilamente lo que se va a poner por la mañana y vestirse solo. Para evitar las elecciones inadecuadas (un pantalón corto en pleno mes de noviembre o un jersey de cuello alto en junio), los padres tienen que guardar en otra parte las prendas que no son propias de la temporada. “Nos enfrentamos a la idea del entorno preparado que tanto apreciaba Maria Montessori: el niño elige de forma autónoma, pero la elección está voluntariamente restringida”, explica Diane Vandaele. Y si el pantalón que ha escogido no pega con el jersey, ¿qué más da?
8. Por la mañana, sé lo que tengo que hacer
Vestirse, desayunar, cepillarse los dientes, peinarse, ponerse los zapatos, coger la mochila… Por la mañana, hay muchas cosas que hacer y, en general, tenemos el tiempo contado. Pide a tu hijo que piense contigo qué hacer para que las cosas vayan lo mejor posible. Te sugerimos una idea: dibujad juntos, en una gran tira de papel, todas las etapas de la mañana. Luego pon esa lista en la puerta de la nevera. Utiliza una pinza de la ropa como referencia para comprobar que no se ha olvidado de nada.
9. Pequeños logros, gran orgullo
Al acabar la jornada, cada noche, antes de acostarlo, podemos animarle a que nos diga de qué se siente orgulloso hoy, qué le ha gustado. “Esta mañana he saludado a la maestra”, “he ayudado a mi hermano a poner la mesa”, “me he acordado de colgar el abrigo al llegar”. Para demostrar a los niños que los mayores no son todopoderosos, los padres pueden también destacar lo que les ha producido satisfacción durante el día: “He preparado bien la reunión, estoy contento de lo que he hecho”; “me has ayudado a cocinar y así hemos ganado tiempo” (aunque sea una mentirijilla). A los más pequeños les costará recordar lo que han hecho. Con ellos, es mejor destacar lo que hacen en el mismo momento en que lo están haciendo: “¿Qué haces?” “Ayudo a poner la mesa”.
10. A veces me gusta ser pequeño
Una niña pequeña que se vestía de arriba abajo todas las mañanas, de pronto deja de hacerlo; un niño que guardaba los juguetes en su caja, ahora los deja por en medio; un alumno del último curso de la Educación Infantil, de pronto vuelve a tener problemas para separarse de sus padres al entrar en clase… Crecer es cansado y, a veces, apetece ser pequeño… “¡Hay que ser flexible! Los niños necesitan sentirse confortados, protegidos, mimados… Y cuando piden ayuda, incluso para algo que saben hacer, hay que escucharlos”. Vamos, que no debemos exclamar: “¡Deja ya de hacer el bebé!”. Aceptemos esas pequeñas recaídas. ¡Las ganas de crecer volverán enseguida!
Texto: Anne Bideault