Ya sea por la llegada de un hermanito o una hermanita, porque se preguntan cómo se “fabrica” un bebé, o simplemente por ganas de saber más, el caso es que los pequeños suelen mostrar curiosidad por la historia de su nacimiento. La redacción de la revista Pomme D’Api ha consultado a varios especialistas para ayudaros a contar ese momento tan importante del relato familiar.
Hablar con los niños de la historia de su nacimiento
“Era una noche ventosa. Por la ventana de la sala de partos, se veían las ramas mecerse, esperando tu llegada”. Así empiezan siempre Juliette y Thibault, padres de Simon, de 5 años, esta historia. El niño la escucha cada vez embelesado. Es normal: es la historia de su nacimiento. “A menudo nos pide que le contemos cómo fue. Hojeamos los álbumes de fotos y sacamos los recordatorios”, cuenta Juliette. Relatar a un niño pequeño la historia de su nacimiento no es una simple evocación de un recuerdo, es algo esencial. Y es que, a menudo, entre los 3 y los 6 años, los niños empiezan a preguntarse cómo se hacen los bebés. Y, por lo tanto, también sobre cómo vinieron al mundo. ¡Vaya programa! “El niño desea con avidez oír esa historia porque necesita comprobar que nació y que merece ser amado”, resume la psiquiatra Sylvie Prager-Séchaud.
Situar su nacimiento en la historia familiar
El niño necesita “comprobar que ha nacido”, porque contarle su nacimiento es ponerlo en contacto con unos recuerdos que no tiene, al menos de forma consciente. Pero también es un modo de inscribirlo en la historia familiar. “El nacimiento es el momento en que le ponemos nombre –recuerda la psicóloga clínica Myriam Ott–. Es el principio de un sentimiento de pertenencia a un linaje, junto con todas esas personas que le visitan: abuelos, tíos, amigos…”.
A Ilyès, de 4 años, le encanta mirar fotos de cuando era recién nacido donde aparece pasando de brazos en brazos durante sus primeras semanas de vida. “Es una buena ocasión para recordarle que pertenece a la familia”, dice Inès, su madre. “Eso permite explicarle su linaje y sus raíces” –opina Sylvie Prager-Séchaud–. Es algo que envuelve al niño, como una cuna a su alrededor”.
Por último, el niño necesita “comprobar que merece ser amado”, porque contar su nacimiento varias veces, a petición suya, es una prueba de amor hacia él… especialmente cuando necesita que le den seguridad en este tema. “Es algo que reaparece varias veces a lo largo de la vida –confirma Myriam Ott–. Por ejemplo, si es el primero y llega un nuevo hermanito o hermanita. Como es el mayor, no concibe el hecho de haber sido un bebé. En la petición del niño de que le cuenten su nacimiento hay una necesidad de sentirse importante, amado”. Para la psicóloga clínica Brigitte Borsoni, “contar al hermano mayor que también lo cuidaron cuando nació ayuda a bajar el nivel de rivalidad que puede darse con la llegada del segundo hijo”.
Contar al niño lo que le interesa
Contarle su nacimiento, bien, ¿pero qué exactamente? “Lo primordial es hablar con sinceridad –opina Brigitte Borsoni–. No hace falta inventar una historia falsa y totalmente idílica. Pero, si las cosas no fueron muy bien, no es indispensable dramatizar. El niño necesita saber lo que le interesa y nada más. Necesita conocer las cosas que le van a ayudar a crecer”. Para Myriam Ott, lo importante es explicar “el encuentro, las primeras miradas, la elección del nombre, cuánto pesaba… Todas esas cosas que dan valor al momento”. Si el parto fue complicado (leer más abajo “Qué decir cuando las cosas no fueron demasiado bien”), nada impide tomarse un cierto tiempo y decir al niño: “Voy a pensarlo y hablaremos de eso pronto, te lo prometo”.
Deja que el niño pregunte
En este relato, conviene dejar intervenir al niño. “No vamos a decir todo de vez –matiza Brigitte Borsoni– Hay que dejar una puerta abierta a las preguntas”. Y, para Sylvie Preger-Séchaud, es importante convertir al niño en actor de su nacimiento. La psiquiatra propone que le preguntemos: “¿Y tú qué piensas de esto? ¿Cómo crees que fue?”. Evidentemente, el pequeño no va a darnos un informe detallado de su llegada al mundo, pero tal vez afloren sentimientos y emociones que podríamos replantear juntos. Aude preguntó a sus gemelas cómo estaban en su vientre justo antes de nacer. Una de ellas contestó: “Estábamos muy bien, jugábamos a las cartas y comíamos caramelos”.
¿Cómo contar su nacimiento a un niño adoptado?
En su libro Destins de l’adoption (“Destinos de la adopción”), Pierre Lévy-Soussan, psiquiatra infantil y director médico de un centro de consultas medico-psicológicas de París dice: “Contar a un niño adoptado cómo nació es sobre todo explicarle cómo la familia se convirtió en su familia gracias a él. Es hablarle del nacimiento psíquico. Se trata de recordar el deseo de tener un bebé, luego la recepción de la carta anunciando su próxima llegada y, por fin, el encuentro. Luego solo los padres pueden establecer la conexión con el ‘primer’ nacimiento. En esta etapa, lo que le interesa al niño no es tanto la información como la narración. Los padres tienen que dar con las palabras adecuadas para hablar de los orígenes del niño. No es un tema tabú, el abandono ha existido siempre. Hay que decirle que hay padres que no quieren serlo mientras que, por suerte, otros quieren ser papás, pero no pueden. Para contarle el nacimiento original, antes hay que haber afianzado el relato de su nacimiento psíquico. Así el niño se sentirá lo suficientemente fuerte para enfrentarse a la historia de su ‘primer’ nacimiento”.
Qué decir cuando las cosas no fueron demasiado bien
El parto fue complicado: Un trabajo de parto complicado y largo, una cesárea de emergencia, el miedo que se antepone a todo lo demás… El parto no siempre es de color de rosa como hubiéramos deseado. Myriam Ott cree que “podemos decir las cosas a partir del momento en que nosotras mismas hemos superado la imagen del nacimiento ideal”. Es mejor digerir primero el episodio y pedir ayuda si el trauma sigue vivo. Luego hay que insistir en los aspectos positivos. Brigitte Borsoni propone evocar la presencia de manos amigas (el personal médico, el padre…) durante esa situación complicada: “Es importante saber que podemos apoyarnos en otros en los momentos más difíciles de la vida”.
Llegó antes de tiempo: Un bebé prematuro también es una conmoción. Según Brigitte Borsoni, “no hay que hablar de la inquietud. Pero se puede hacer referencia a la separación, a las idas y venidas de casa a la clínica. Decir que tanto el bebé como los padres tuvieron dificultades, pero que supieron superarlas”.
Fue difícil asumir el papel de padres: Para algunos padres, el flechazo con el hijo es inmediato. A otros, en cambio, el encuentro les lleva más tiempo. Algunas madres (entre el 10 y el 20%, más o menos) pueden sufrir una depresión posparto. Eso puede generar un sentimiento de culpabilidad a la hora de contar el nacimiento y los primeros meses, que fueron menos idílicos de le esperado. Brigitte Borsoni cree que “al niño hay que darle seguridad, por eso hay que recordar que no fue culpa de nadie, ni de él ni de sus padres”. Myriam Ott recomienda apoyarse en la idea de la familiarización: “Al principio no fue fácil. Los bebés lloran mucho y no siempre te comprendíamos bien. Entonces colaboramos juntos. Y, poco a poco, aprendimos a conocernos”. La psicóloga concluye: “También hay que recordar que la vida no se acaba en ese episodio”.
Se produjo un fallecimiento al mismo tiempo que el nacimiento: A veces, la vida y la muerte colisionan sobre la cuna. Un abuelo fallece pocas semanas antes o después del que el hijo venga al mundo. A partir de ese momento, ¿cómo contar un nacimiento en el que convivieron la alegría y la tristeza? “El niño no tiene miedo de los sentimientos –asegura Myriam Ott–. Lo que le asusta es la angustia. De modo que podemos explicar a un niño pequeño que, a veces, nos asaltan sentimientos contradictorios”. Pero conviene no olvidar que solo es un niño. Decirle: “Estoy bien gracias a ti” o “Fuiste lo único que me hizo aguantar en ese momento” es descargar sobre él un peso colosal. “Pero si nos ayudó a recuperar la ilusión por la vida, podemos decírselo –opina Brigitte Borsoni–. Hay que insistir sobre todo en que, si estábamos tristes, no era por su culpa. Y rememorar los buenos momentos de ese encuentro entre los padres y el hijo”.
Joséphine Lebard