Los niños pasan horas delante de la tableta, el smartphone, el DVD o la tele y nunca se cansan. Según los profesionales de la primera infancia que hemos consultado, esta sobreexposición a las pantallas perjudica el desarrollo de los más pequeños. A continuación os ofrecemos explicaciones, testimonios y consejos para hacer un buen uso de las pantallas en familia.
Niños que pasan mucho tiempo ante las pantallas
Son las 19 h y acabamos de volver de la guardería, de casa de la niñera o del trabajo, y todo son prisas: hay que preparar la cena, bañar a los niños que están agotados, ponerles el pijama… La tableta, el smartphone, el DVD o la tele tienen el poder mágico de entretenerlos y dejarnos el campo libre. ¡Qué tentador es recurrir a esa tecnología! Porque, además, nunca se cansan de las pantallas. Si les damos a escoger entre un puzle de cartón o un puzle táctil, entre los Playmobil y unos dibujos animados, entre la pasta de sal o un videojuego, seguro que sale ganando la pantalla. Los neurocientíficos nos explican que es normal, porque a nuestro cerebro le encanta lo que es fácil y no requiere esfuerzo, o muy poco.
Sin embargo, casi todos intuimos que no hay que abusar de esas pantallas tan atractivas. De hecho, seguro que no se nos ocurre decir: “Veinte minutos de Lego y basta”. Entonces, ¿qué riesgo los niños pequeños si pasan demasiado tiempo delante de las pantallas?
Señales de alerta de adicción a las pantallas en la infancia
El cuadro descrito por los profesionales es sombrío. Florence Lerouge es ortofonista desde 1993. En los últimos años le preocupa un fenómeno: “Cada vez trato a más niños que no hubieran llegado a mi consulta si hubieran vivido lo que tenían que vivir: jugando, chapoteando, trepando… ¡La vida normal de un niño, vamos!”.
A los 3 o 4 años, cuando los niños pasan varias horas al día frente a una pantalla, casi no hablan o no hablan nada (algunas palabras, a veces en inglés, sin construir frases), no te miran cuando te diriges a ellos y son físicamente pasivos. Para resumir su sensación, Florence Lerouge utiliza una expresión heladora: “Están averiados”.
Aunque los niños que pasan por su consulta representan los casos más extremos, esta experiencia le ha llevado a fundar, junto a dos colegas, la asociación “Joue, pense, parle” (“juega, piensa, habla”) para prevenir los trastornos del lenguaje y el razonamiento a través del juego. También publicó, junto con otros profesionales de la sanidad y de la primera infancia, una tribuna aparecida en Le Monde en mayo de 2017 titulada “La sobreexposición de los niños pequeños a las pantallas es un desafío importante para la sanidad pública”. Los firmantes pretendían presionar a las autoridades públicas para que mencionaran los efectos nocivos de las pantallas en la cartilla sanitaria.
Recordémoslo: para que su cerebro se desarrolle y para prepararse a los aprendizajes escolares, un niño pequeño tiene que explorar el mundo con todo su cuerpo. Debe moverse, saborear, manosear, sentir el frío y el calor, salir al aire libre, medir su fuerza física, poner a prueba su equilibrio… Un amplio abanico que no puede sustituir ni la más “educativa” de las aplicaciones para la tableta, por muy alta que sea su tecnología. El tiempo que pasan los niños pequeños delante de esos aparatos es tiempo que dejan de consagrar a la realización actividades indispensables para su desarrollo cerebral y físico. Para convencer a los padres dubitativos, Florence Lerouge les propone que observen a su hijo cuando juega en una pantalla. ¿Qué mueve el niño? Los ojos y uno o dos dedos en un solo plano y solo unos centímetros. ¿Qué es eso comparado con las infinitas posibilidades de movimiento del cuerpo humano?
Para adentrarse en el lenguaje y en el pensamiento, el niño también tiene que interactuar con el entorno. Aunque una aplicación “hable”, no sustituye la riqueza de los intercambios humanos.
Desconectarse en familia
Afortunadamente, nunca es tarde para ayudar a nuestros hijos a desengancharse de las pantallas. Claro que cuando los niños están muy acostumbrados a ellas, no es fácil quitárselas y la tarea “requiere un nuevo compromiso por parte de los padres”, según explica la psicóloga clínica Anne Lefebvre. Establecer un nuevo compromiso significa “sentarse en la alfombra con ellos, acompañarlos al jardín o al parque, aprender a hacer cosas juntos, como las tareas domésticas o cocinar… ¡Decir “vete a jugar con tu hermana” no basta!
Florence Lerouge explica que ese nuevo compromiso también implica reservar tiempo y espacio para que el niño juegue, dejar que transforme, triture, construya… sin exigir que todo esté recogido por la noche. Asimismo, hay que resistirse a la tentación de hacerlo todo en su lugar. Si lo vestimos, lo calzamos, le servimos la comida en la mesa, etc., no dejamos que desarrolle la atención, la concentración y la habilidad.
Los padres han de dar ejemplo
Por último, reflexionemos nosotros también sobre el uso que hacemos de las pantallas. Anne Lefebvre denuncia también la “indisponibilidad de los padres”: ¿quién no ha interrumpido una partida de dominó porque ha recibido un Whatsapp? ¿Quién no ha desviado la mirada ante la fantástica voltereta de su hija porque tenía un aviso en la pantalla? Puede que un padre o una madre que tiene los ojos clavados en el smartphone no se dé cuenta de las señales de su hijo. Eso genera inseguridad en el pequeño y hace que la pantalla sea más deseable.
“La familia necesita un periodo de desconexión –concluye la psicóloga–. En los tiempos que vivimos, hay que buscar un rato para estar juntos”. Venga, ¿qué hacemos esta noche?
El buen uso de las pantallas en la infancia
En el mejor de los mundos posibles, lo ideal sería:
> Prohibir totalmente las pantallas antes de los 3 años, incluso la televisión.
> Respetar las reglas del “NADA”: – NADA de pantallas por la mañana. – NADA de pantallas en la habitación del niño. – NADA de pantallas durante las comidas. – NADA de pantallas antes de acostarse.
Según aconseja la asociación francesa Alerte: hasta los 6 años, no se deben superar los 30 minutos al día entre todas las pantallas (DVD, smartphone, tableta, TV y ordenador) y es preferible compartirlas con ellos.
El testimonio de Alice, de 38 años: “Creí que hacía bien…”
“Cuando mi hijo tenía 18 meses, le puse una tableta en las manos. Creí que hacía bien, para que aprendiera los colores, el alfabeto, los cuentos… Pero cuando empezó la Escuela Infantil, no se comunicaba con los demás y no se adaptó. Yo observaba a los demás niños: ¡algunos eran como cacatúas! El mío no hablaba, siempre en su sillita de paseo, sin ganas de caminar. Me puse a llorar y pensé: ‘¡La he fastidiado!’.
La maestra me aconsejó un ortofonista. En la primera visita, rellené un cuestionario sobre nuestra vida cotidiana. Me di cuenta de que mi hijo pasaba de dos a tres horas diarias delante de la tableta. El ortofonista me dijo que ese era el problema. No me lo quería creer. Nos aconsejó que redujéramos el tiempo que pasaba delante de las pantallas y que hiciésemos otras cosas con él. Al principio fue horrible. Lloraba mucho porque quería la tableta. Era una verdadera adicción. Aunque actuamos con tacto, recuperamos una cierta autoridad ofreciéndole otras cosas. Empezamos a jugar con él, a hablar juntos, a montar en bicicleta, a salir. También tenía una hora de ortofonía a la semana.
En unas semanas han desaparecido los berrinches y ha hecho grandes progresos. Según la maestra, “se ha transformado: es curioso, habla y nos hace reír”. No cabe duda: prescindir de las pantallas transforma la vida de la familia. Hace poco fuimos al acuario. Los niños estaban maravillados. Yo pensé: “¡Esto es la vida real! Así de simple”. Quise mimarlos demasiado comprándoles un ordenador, una tableta, cosas inútiles a su edad. Su hermana pequeña, que nunca ha tenido a una tableta, no para de hablar”.
¿Y en casa, cómo lo hacéis?
• “Somos firmes, pero es complicado… No siempre se evitan las crisis”.
• “Antes de cenar, cuando ya están cansados, si quitamos el DVD, aúllan”.
• “Cuando la tableta se averió, no la sustituimos. Desde entonces, el ambiente por la tarde es mucho más relajado”.
Vuestros trucos de padres
• “Utilizo el replay: cuando se acaba el programa que ha escogido mi hijo, el aparato se para. Es más fácil de gestionar que si pones una cadena”.
• “Les aviso un poco antes para que no se sorprendan cuando apago”.
• “Hemos creado un “abono de cine”. Mi hija de 4 años tiene cuatro sesiones a la semana de veinte minutos de DVD. Una vez consumido el ‘abono’, tiene que esperar a la semana siguiente”.
• “Utilizo un temporizador. Cuando suena, apagamos.
• “Siempre aviso: este es el último episodio”.
Texto: Anne Bidault