Seguid apoyando el dominio del lenguaje hablado mientras vuestro hijo aprende a leer. La elección de la palabra adecuada, el enriquecimiento del vocabulario, la expresión… todo contribuye a reforzar el aprendizaje de la lectura.
Aprender a leer también es continuar aprendiendo a “hablar bien”: saber nombrar las cosas de manera cada día más precisa o expresar cada vez mejor los sentimientos y las ideas. Esta conquista del lenguaje oral es indispensable para dominar el lenguaje escrito. Empieza en la más tierna edad y se mantiene a lo largo de toda la vida.
Siempre que puedas, anima a tu hijo a expresarse y a argumentar. Por ejemplo, si un libro o un espectáculo le ha entusiasmado o, por el contrario, le ha aburrido, pídele que te lo cuente y te justifique su opinión más allá del “me gusta/no me gusta”.
Si le apetece contarte una historia, ayúdale a que lo haga de forma organizada, haciendo preguntas y estableciendo nexos entre los acontecimientos. Proporciónale las palabras que le faltan y reformula lo que expresa con torpeza para que vea que lo has entendido.