Continuad dedicando un rato a compartir la lectura con vuestro hijo, aunque ya sepa leer. Leer un libro juntos es una excelente ocasión para intercambiar, compartir y estrechar lazos con él: ¡es un gran tesoro que debéis conservar!
¿Hasta qué edad hay que seguir leyéndole libros en voz alta?
¡Hasta que él diga basta! Marie-Aude Murail, escritora de literatura infantil, nunca ha dejado de hacerlo con sus hijos. “Con el mayor no tenía elección –cuenta riendo–. ¡Si no le hubiera leído Fedra para el examen de final del bachillerato, él no lo hubiera hecho nunca! En cambio mi hija de 16 años es una gran lectora. Pero aún a veces le leo novelas que me gustaron a su edad (Dickens, Vallès…) o textos clásicos que son importantes para su cultura general. A parte de Merimée, confieso que me salto algunas descripciones…”.
Leer para intercambiar
Un cuento puede hacer recordar a un niño algo que le ha ocurrido durante el día, un tema que le preocupa. Y a los padres o a los abuelos, puede traerles a la memoria un recuerdo del pasado. El libro es un soporte mucho más enriquecedor que un juego o incluso que una película. “El tiempo de la lectura es diferente del de la televisión o de los DVD –explica el psiquiatra infantil Alain Braconnier–. Podemos interrumpir la lectura en cualquier momento para comunicar nuestras impresiones, hablar de nosotros mismos y hacer preguntas o derivar en otra idea. El libro fomenta el diálogo y crea vínculos”. Esta relación afectiva en torno al libro se establece aún mejor cuando el adulto se interesa por las lecturas del niño. “A mi hija le entusiasman los mangas –cuenta Marie-Aude Murail–. Y quise saber por qué. Fui a una librería especializada y descubrí maravillas. Comprendí por qué le apasionan los shojos: estos mangas dirigidos a niñas abordan de forma apropiada el tema de la búsqueda de la identidad. No hay transmisión posible sin acoger al otro”.
Estrechar lazos gracias a la lectura
Sumergirse en las lecturas de nuestros hijos ayuda a demostrarles que los valoramos y a reforzar los vínculos. Flore, una estudiante, ha podido comprobarlo con un niño al que cuidaba al salir del colegio. “Se negaba a trabajar –recuerda–. Entonces le ofrecí el siguiente pacto: mientras él hacía los deberes, yo leería Harry Potter, que a él le entusiasmaba pero que a mí no me apetecía leer. El niño, conmovido por mi propuesta, se puso a trabajar. Nuestras relaciones mejoraron, ¡y yo devoré los siete tomos de J.K. Rowling!”. Una vez establecida la conexión con nuestros hijos, es más fácil proponerles lecturas, asegurándonos de que son pertinentes, adaptadas a su edad y cercanas a sus gustos. Tened cuidado con los libros de vuestra infancia, que pueden estar muy desfasados. Confiad mejor en los editores de literatura infantil que actualmente publican textos de gran calidad. Si no estáis familiarizados con ellos, pedid ayuda a vuestro librero o al bibliotecario que se ocupa de la sección dedicada a los niños.