¿Prestar los juguetes a un amiguito o compartir la merienda es imposible para tu pequeño? ¡No saques conclusiones precipitadas sobre su falta de generosidad! Tres buenas razones explican por qué los niños no comparten.
¿Por qué a los niños les cuesta compartir?
1. El niño cree que todo es suyo
Hasta los 3 o 4 años, un niño se siente todopoderoso: piensa que es el centro del mundo y que los objetos y las personas que le rodean le pertenecen. «Es una etapa de su desarrollo absolutamente normal: tiene la sensación de que, cuantos más juguetes posea, más fuerte y más importante es. Y prestarlos o compartirlos con otros equivale a ceder algo de este poder absoluto. ¡Es lógico que no quiera!», subraya Christine Brunet, psicóloga.
¿Qué hacer, qué decir? «Constatar que nuestra hija siempre lo quiere todo para ella nos incomoda. ¿Estamos fracasando al transmitirle el valor de la generosidad que tanto apreciamos?», se pregunta Alina, madre de Lucía, de 2 años. ¡Si esto os preocupa (y os decepciona) a vosotros también, calma! Vuestro hijo o hija sólo necesita un poco de tiempo para entender que no es el centro del mundo y que no todo le pertenece. «Asimilará mejor esta realidad en tanto que sus padres sepan imponerle ciertas frustraciones para ayudarle a crecer», asegura la psicóloga. Decir «no» a veces y poner límites son pasos obligatorios para conducir suavemente al pequeño hacia la generosidad.
2 El niño tiene miedo de perder sus pertenencias
Detrás de sus negativas a compartir, a menudo se esconde la angustia. «Sus pequeñas cosas constituyen para él referentes tranquilizadores que forman a su alrededor un caparazón protector, un universo conocido y estable. Separarlo de ellas, aunque sea un instante, puede producirle sentimientos de inseguridad», explica Christine Brunet. Sin contar con que, a menudo, el pequeño considera sus juguetes como una parte de sí mismo: si presta su caballito de madera o su cubo, puede tener la sensación de que va a perder un trozo de sí mismo. ¡Como para estar tranquilo!
¿Qué hacer, qué decir? «Me doy cuenta de que a Mateo le desbordan completamente sus emociones cuando su hermana mayor le coge prestado un juguete. Y eso se manifiesta en terribles pataletas. En esos momentos, intento tranquilizarlo… Le explico que no debe ponerse nervioso y que, en un ratito, iré a buscar su juguete a la habitación de su hermana. Eso parece serenarlo», cuenta María, madre de dos niños de 18 meses y 4 años. No dudéis en inspiraros en esta mamá, que ha sabido encontrar una actitud adecuada: tranquilizar al niño en vez de forzarlo a prestar el juguete o de etiquetarlo de «egoísta», lo cual podría aumentar todavía más su angustia.
3 Para el niño, los demás no existen
Antes de la edad de empezar el colegio, el pequeño todavía está muy centrado en sí mismo, es muy egocéntrico. «Tiene poca consciencia de los otros; en cualquier caso, no los considera personas completas, con sus deseos y sus necesidades. Y, claro está, la generosidad no puede ponerse en práctica sin tener en cuenta al otro», dice Christine Brunet. ¿Qué hacer, qué decir? Mientras el niño va creciendo y hasta que consiga ser capaz de compartir con cierta estabilidad emocional –alrededor de los 5 o 6 años–, podéis ayudarle con algunos ejemplos. Si prestáis cosas vuestras a amigos o vecinos, el niño se impregnará poco a poco de esta cultura familiar de compartir. «Mira, nosotros dejamos las herramientas al vecino. Luego, nos las devolverá. Y si necesitamos su cortacésped, él nos lo prestará», podéis explicarle. Si ve que estos préstamos recíprocos os resultan gratificantes, querrá imitaros.