Con la diversificación alimentaria, el abanico de sabores que ofrecemos a los pequeños de la casa se abre poco a poco. Y, simultáneamente, lo que les gusta… ¡y lo que no! A continuación, te ofrecemos algunas sugerencias para acompañar a tu hijo o tu hija en sus exploraciones gustativas. Se trata de ayudar al niño a descubrir nuevos sabores.
Trucos para enseñar al niño a descubrir nuevos sabores
Para empezar, una buena noticia: «Entre los 12 meses y los 3 años, el niño está bastante dispuesto a probarlo todo», asegura la nutricionista Véronique Liégeois. Dicho esto, puede ocurrir que algunos alimentos salgan catapultados y vayan a parar al babero (con suerte) o a la pared (en el peor de los casos). O que, perdidos entre las toneladas de información, nos sintamos desorientados en cuanto salimos del binomio puré-compota. Seguramente identificarás a tu peque con uno de estos cuatro perfiles de niños con preferencias gustativas marcadas.
– A Leo, de 3 años, se le resiste la verdura.
Si nuestro hijo protesta ante la zanahoria, la calabaza y el puerro, podemos empezar por preguntarnos: «¿Nosotros, sus padres, comemos suficiente verdura?». Si la respuesta es no, no puede sorprendernos el comportamiento del niño. Si, por el contrario, la casa es más bien «verdura friendly», no hay motivos para desanimarse, como explica Nicole Béguin, doctora en biología y nutricionista: «A esta edad, el niño teme la novedad. Por eso hay que ser perseverantes y ofrecerle la misma verdura varias veces, presentada siempre del mismo modo». Porque la alimentación no consiste solo en la comida. También implica una buena dosis de afecto. «Que un alimento guste o no también depende del universo emocional en el que se consume», opina Véronique Liégeois. «No hay nada preestablecido. Hay que ofrecer cada vez sin forzar». Teniendo en cuenta la edad, también podemos variar el modo de prepararla: un niño puede rechazar la coliflor gratinada y, en cambio, estar dispuesto a comer unas ramitas crudas con una salsa ligera de yogur.
Clara, de 2 años, frunce el ceño en cuanto ve la carne.
¿Estamos ante una futura vegetariana? Una cosa es segura: la carne no es su mejor amiga. «Los pequeños no necesitan muchas proteínas», subraya la nutricionista. «La base pueden constituirla los lácteos. Por otra parte, la textura de la carne y el hecho de tener que masticar mucho no siempre les resulta agradable.» Podemos intentar que la coma picada o darle a probar distintos tipos de carne. Otra posibilidad es optar por el pescado: una buena alternativa puede ser un filete sin espinas, que se corta bien y se deshace en la boca.
En casa de Inès, de 2 años, se cocina con especias.
Una pizca de curry suave para alegrar el arroz, un pellizco de nuez moscada en el gratinado de la cena… «Las especias son bienvenidas siempre y cuando se añada solo un poquitín, de modo que el plato no esté picante y que su sabor no sature el paladar del niño. De hecho, cuantos más colores haya, mejor», en opinión de Véronique Liégeois. Cierto: cuanto más alegre es el plato, más fácil es que el niño quiera probarlo espontáneamente. Nicole Béguin recuerda la riqueza gustativa que ofrecen las hierbas: el cebollino, el perejil o el cilantro pueden ser una buena opción.
Lorenzo, de 2 años y medio, es de naturaleza golosa.
Los dos sabores que los niños toleran peor son el amargo y el ácido. Es un rechazo que viene de lejos, ya que esos sabores eran para nuestros ancestros un recordatorio de «las bayas tóxicas, por su amargor, y de los alimentos estropeados, por su acidez», nos explica Nicole Béguin, que confirma que «el dulce es un sabor muy apreciado por los más pequeños». Pero, para evitar excesos, es mejor escoger productos con azúcares naturales, como la fruta. A un yogur natural, por ejemplo, se le pueden añadir unos dados de mango o de kiwi que le den el toque justo de dulzor.
Pequeños trucos para impulsar el descubrimiento de los sabores en la infancia
• Comer en familia: la experiencia del gusto es, al mismo tiempo, la de la convivencia. En la medida de lo posible, pues, intentemos comer todos juntos ¡y las mismas cosas! «Veo muchas familias en las que el padre come diferente que la madre que, a su vez, come diferente que los hijos», cuenta Véronique Liégeois. «Para el niño, es difícil aclararse y escoger su modelo alimentario.»
• Implicar al niño en la cocina familiar: desde pequeñito, podemos encomendarle tareas sencillas, como separar las ramitas de coliflor o ayudar a preparar la vinagreta.
• Plantar algo en casa: «A menudo, los niños están demasiado desconectados de la producción de alimentos», lamenta Nicole Béguin. Cultivar tomates cherry o tener un tiesto de albahaca en el balcón les ayuda a tomar conciencia del tiempo que le lleva a la naturaleza elaborar las cosas. ¡Y con qué orgullo nos comemos los productos que hemos cultivado!
• Ir al mercado: «No al supermercado», especifica Nicole Béguin. En el mercado, se aprecia la estacionalidad de las frutas y las verduras. Y los tenderos no se resisten a ofrecer un trocito de queso o una fresa. ¡Qué gran ocasión para hacer descubrimientos!