Estás leyendo la revista Popi o un cuento con tu hijo o hija y, de pronto, intenta acariciar al gatito de la foto como si estuviese vivo. ¿Cómo percibe el niño la imagen?, ¿Qué está pensando en ese instante? Marie-Jo Rancon, foniatra y asesora de la redacción, nos explica que, antes de interiorizar la abstracción, los niños tienen que recorrer un largo camino.
Qué piensan los niños de las imágenes de los cuentos: ¿son reales?
Durante bastante tiempo, tu hijo identifica la revista que le lees con tu presencia. La revista y tú formáis un todo. Por eso no es raro verlo «agarrar» el plátano del dibujo, como si cogiese uno que le ofrecieses tú. En principio, lo que cuenta para el niño es la relación que el plátano tiene contigo, ya que aun no capta la diferencia entre la realidad y su representación gráfica.
Con el tiempo, el niño descubre que el «objeto-libro» existe, al margen de tu presencia. Entonces puede pensar en ti a partir de ese objeto concreto, al recordar los momentos agradables que habéis compartido. Esta evocación, no consciente, le hará sentirse bien, incluso en tu ausencia. ¡Qué tranquilizador es en situaciones difíciles! En el momento en que es capaz de reconstruir mentalmente tu imagen cuando no estás, ha traspasado un límite fundamental: se ha convertido en un productor de imágenes mentales, en un ser con capacidad de evocación.
La revista, por tanto, cobra una existencia propia, y tu hijo intentará encontrarle un sentido. Las imágenes que contempla le recuerdan su realidad cotidiana. Al principio, lógicamente, lo que no conoce no le atrae demasiado. En cambio, se fijará en ese detalle cargado de afectividad para él, que le hace revivir algo agradable o desagradable, pero ya sabiendo que lo que ve en las imágenes no es «de verdad». Poco a poco, interioriza la distancia temporal y espacial que hay entre una vivencia y su representación. En las historias que le lees, encuentra escenas de su experiencia vital, personajes con los que se identifica y situaciones que protagoniza. pero, a la vez, se siente espectador de su propia vida… o de una vida que se le parece bastante.
Paralelamente, al producir imágenes por sí mismo, tu hijo avanza hacia la abstracción: cuando garabatea una hoja o traza una carretera en la arena, deja trazos visibles y descubre que puede sacar al exterior cosas que existían solo en su interior. Además, gracias a tus palabras, que lo acompañan desde que nació, y gracias, también, a su esfuerzo por hablar, tu hijo aprende a contemplar la realidad con cierta distancia. Desde su nacimiento, al contarle con tus palabras lo que iba sintiendo («seguro que tiene hambre», «no llores que ya te cambio»), le has enseñado a vivir más allá de lo inmediato.
Cuando miras con él las imágenes de un cuento o las fotos de la familia que le traen recuerdos de vivencias cercanas, le haces sentir más seguro en sus representaciones mentales. mediante esta capacidad de evocar, tu hijo va siendo capaz de pensar y de anticipar su vida. Y, a la vez que se va formando una identidad propia y una imagen positiva de sí mismo, se acerca poco a poco al mundo de la abstracción.
Texto: Marie-Jo Rancon y Marie-Hélène Gros