¡Menuda aventura supone para un niño ver la nieve por primera vez! Os ofrecemos algunos consejos para acompañarlo en este gran momento y maravillaros junto a él. Se trata de disfrutar con los niños en la nieve.
Emociones el niño en la nieve
Los tejados y los árboles cubiertos por un manto blanco, un gorrión que cava un agujerito en la nieve buscando comida, un perro sacudiéndose la nieve de encima… Un espectáculo novedoso para vuestro hijo, diferente de su entorno habitual. Esta novedad suscita en él todo tipo de emociones: fascinación, sorpresa y, a veces, incluso cierto nerviosismo. De ahí la importancia de vuestra presencia, a su lado, cuando se encuentra con este nuevo escenario.
La senación del frío de la nieve para el niño
Para que pueda disfrutar jugando con la nieve sin estar mojado o aterido, pensad en protegerlo bien. Tened previstas varias capas (camisetas interiores y leotardos), un polar, un equipo de esquí, manoplas impermeables, un verdugo, botas forradas… No olvidéis ponerle crema protectora en la cara y en los labios para evitar grietas y quemaduras solares. Protegedle los ojos con gafas de sol para que no le afecte la reverberación del sol en la nieve.
Juegos en la nieve con los niños
¿Vuestra misión? Iniciar a vuestro hijo en todos los recursos lúdicos que ofrece un camino o un campo nevado. Al pasear, hacedle ver las huellas que dejan en la nieve sus piececitos. Nada le apasionará tanto como «marcar» el mundo que le rodea con sus huellas y experimentar, de esta manera, una sensación de control y poder. Haced bolas de nieve, ligeras y no demasiado compactas, y tirádselas con suavidad. Invitadle a devolvéroslas; ¡es gracioso «atacar» a papá o a mamá! Rodad juntos por la nieve, blanda como el algodón. Haced con él un muñeco de nieve o un pequeño iglú: ¡será el constructor más orgulloso!
Trineo por la nieve
Para ofrecerle sus primeras sensaciones deslizándose por la nieve, elegid un trineo cómodo, con respaldo. Tapadle las piernas con una mantita, pues la temperatura es más baja cerca del suelo. ¡Y en marcha! Empezad por arrastrar el trineo sobre un terreno plano, apartado de las pistas frecuentadas por esquiadores para evitar accidentes. Si el chiquitín no tiene miedo y pide repetir, montad en el trineo con él y tiraos por una pendiente suave. La velocidad, el viento en sus mejillas, la sensación de que nada puede detenerlo… pueden provocarle euforia y excitación.
Caminata en familia por la nieve
Caminar en la nieve es todo un reto para un pequeñín: el suelo se hunde bajo sus pasos y, además, le cuesta ejecutar los movimientos de la marcha, embutido como está en el equipo y las botas. Para que no se caiga constantemente, sujetadlo: poneos en cuclillas a su altura, cogedle de la mano con una mano y poned la otra en su trasero: así, si se desequilibra, podrá apoyarse en la palma de vuestra mano como si fuese un taburete.
Estimular los sentidos en un entorno nevado
¡En la nieve, se despiertan todos los sentidos! La mirada se pierde en la blancura hasta donde alcanza la vista; el oído se aguza con el sonido de la nieve que rechina bajo los zapatos, los crujidos de las ramas, los ruidos sordos y serenos; el tacto, por supuesto, también se estimula: ¡qué materia tan misteriosa, dura si la apretamos y líquida si la mantenemos en nuestras manos…!
Aprender nuevo vocabulario
Tantos descubrimientos deben ir acompañados de palabras: «está frío», «moja», «se derrite», «copos de nieve»… En este escenario de emociones y placer, las palabras se le grabarán en la memoria. ¡Y le permitirán contar sus aventuras, ya de vuelta en casa, bien calentito!
Texto: Isabelle Gravillon