La comida con un peque, ¡qué momento tan relajado y divertido…! ¿En vuestra casa no? ¿No siempre? Pues tomad nota de los ingredientes para una comida en familia sin demasiado revuelo.
Una porción de buena salud
La alimentación es responsabilidad de los padres, que deben preparar unos menús equilibrados para sus hijos. Un poco de todo, sin presionar. «No es obligatorio introducir una enorme variedad de alimentos», asegura Laurence Haurat, psicóloga nutricionista. «Si al niño le gustan una o dos verduras, ¡ya es algo! Además, la fruta también aporta fibra, vitaminas, minerales…». Los menús deben estar adaptados al pequeño. «Hasta los 3 años, tiene que comer una comida de niño: ni demasiado salada ni demasiado especiada y sin fritos», recomienda.
Cuando se come en familia, son los padres los que se tienen que adaptar al «menú infantil» y no a la inversa. Para alcanzar un buen equilibrio, también es fundamental prestar atención al apetito del pequeño. «No hay que forzarlo ni limitarlo. En nuestra sociedad de la abundancia alimentaria, está muy bien que un niño sepa cuándo ha comido suficiente», afirma Laurence Haurat. En su opinión, para que el pequeño pueda sentir hambre, saciedad o placer, es importante dedicar un tiempo exclusivamente a la comida, sentarse todos a la mesa y olvidarse de los juguetes y la televisión.
Unas gotas de disfrute en familia
Durante la semana laboral, cuando los padres están desbordados, pueden tener la tentación de ponerse a doblar la ropa o hacer una llamada mientras su hijo come. Laurence Haurat aconseja reservar ese tiempo y sentarse con el niño, para convertir la comida en un momento familiar distendido. También recomienda «describir con palabras lo que estamos paladeando, lo que sentimos, lo que es ácido o dulce… Sensaciones y emociones que vayan más allá del me gusta/no me gusta».
¿Pero cómo mantener la calma cuando el niño juega con la comida o rechaza el puré que le hemos preparado con tanto mimo? La novedad o la variedad combinan bien con un alimento que al niño ya le gusta. Laurence Haurat propone establecer un pacto con él: «No está obligado a comer, pero tiene que probar». ¿Y si se niega? «Para evitar tensiones en torno al plato, es mejor volver a hablar después de la comida, estableciendo el marco de referencia. Hay que explicarle, serenamente, que tiene derecho a decir que no le gusta, pero que tiene que probarlo» para descubrir y para crecer bien. Seguro que habrá que repetírselo, «pero la alimentación es un campo educativo», considera la especialista.
Una buena dosis de paciencia
Para dar sabor a la pasta que tanto le gusta a su hija, Paula añadió primero un poco de salsa de verdura, y luego un poco más… Susi se tuvo que adaptar a los repentinos cambios de su hijo: «El lunes le gustaba un alimento, el miércoles ya no, y el domingo lo comía de nuevo». Según Laurence Haurat, «los gustos varían durante toda la vida. A un niño le puede gustar algo y luego rechazarlo o a la inversa. Por eso debemos ofrecerle diferentes alimentos de forma regular». Hay que darles tiempo para descubrir sabores, para comer como es debido, para permanecer tranquilamente sentados… Exigimos mucho a los pequeños, ¡pero no son adultos en miniatura!
Un pellizco de creatividad
¿No le gustan las zanahorias o han dejado de gustarle? Intenta hacerlas al vapor, salteadas, ralladas, en puré… Si combinamos los cambios de gusto del niño con la variedad de recetas, ¡las posibilidades son enormes! Susi tiene recursos para todo: «Para que Leo coma verdura, hago zumos mezclándola con la fruta. O preparo palitos de zanahoria fritos, para que los moje en una salsa casera: ¡le encanta! También juego con las formas: palitos, bolas… Y a veces le sirvo la comida en sus cacharritos de juguete, ¡le divierte mucho!». La creatividad también consiste en saber ahorrar tiempo, como hace Carlos, que prepara una olla de consomé, lo congela y, por las noches, se la pone en biberones a los niños, que están agotados. ¡Éxito total!
Una pizca de experimentación
Preparad un babero tipo bata y un hule para el suelo. Cuando los pequeños comen, ¡todo se pone perdido! Mejor estar preparado y tener una carta en la manga: un guante de aseo húmedo para limpiar las narices pringadas de yogur, un cepillo para actuar si se ha secado el arroz en el suelo… «Aunque lo ponga todo perdido, dejamos que Sole se maneje sola», explica Mateo. «Así el placer táctil se suma al descubrimiento de los alimentos». Con los dedos, es más fácil, más sensitivo, pero hay que poner cubiertos a la disposición del niño y felicitarle si los utiliza. La manipulación también es consustancial a la cocina, que descubre la preparación de los platos entre bastidores. El niño puede lavar las hortalizas, cascar los huevos, mezclar la salsa, aplastar las patatas… «Últimamente, Leo se negaba a comer calabacín», cuenta Susi. «Pero ayer se ocupó él de cortarlo… ¡y se lo comió sin rechistar!». El pequeño también hace batidos con su madre. «¡Así combinamos cocina y motricidad!». Son momentos estupendos para compartir. Y, dentro de diez años, ¡será él quien prepare ya algunas comidas!
Aziliz Claquin