A veces, la intensidad de una emoción como la ira puede alcanzar tales proporciones en el pequeño que no sabemos qué hacer, salvo irritarnos nosotros también… La psicóloga Nadège Larcher nos ayuda a descifrar el proceso de la ira en el bebé para poder reaccionar adecuadamente.
¿Por qué nos sentimos tan faltos de recursos ante la ira de un bebé?
El niño llega a tirarse al suelo, grita… Ante su ira, a menudo nos sentimos confusos porque nos parece desproporcionada respecto a la situación. Entonces nos decimos que «tiene un berrinche». Pero no es tan sencillo. Hasta los 2 ó 3 años, un bebé no tiene rabietas. Simplemente, todavía no existen las conexiones neurológicas necesarias para controlar sus emociones por completo y, en especial, una tan intensa como la ira. El pequeño no decide entrar en ese estado; no «elige» tener una rabieta. Además, tanto en el bebé, en el niño, en el adolescente o en el adulto, la ira no siempre es negativa, ya que también tiene una función protectora: nos obliga a reaccionar ante algo que no nos conviene.
¿Cómo identificar las situaciones que pueden desatar la ira en el bebé?
La mayor parte de las veces, la ira está relacionada con el hecho de que alguna de nuestras necesidades no está cubierta. Todos tenemos cinco necesidades fundamentales: la necesidad de integridad física (relacionada con la supervivencia); la necesidad de pertenencia (el hecho de sentirse querido y compartir); la necesidad de libertad; la necesidad de placer; y, por último, la necesidad de competencia (la de poder hacer cosas uno mismo). La ira del niño suele ser una respuesta a una necesidad que no ha sido escuchada. Por ejemplo, en torno a los 2 años, el niño empieza a sentir la necesidad de demostrar lo que es capaz de hacer por sí mismo: «Puedo hacerlo yo solo: vestirme solo, A veces, la intensidad de una emoción como la ira puede alcanzar tales proporciones en el pequeño que no sabemos qué hacer, salvo irritarnos nosotros también… La psicóloga Nadège Larcher nos ayuda a descifrar el proceso de la ira infantil para poder reaccionar adecuadamente. «Los niños no deciden enfadarse» El pequeño no «elige» tener una rabieta. La ira es su respuesta cuando nos empeñamos en ayudarlo.
¿Cómo ayudar al niño a descubrir sus propias emociones?
Nuestro papel de adulto implica enseñar al niño a reconocer y a poner nombre a las emociones que está viviendo. También debemos enseñarle, progresivamente, a diferenciar la necesidad y el deseo. El niño tiende a confundirlos: por eso, dirá que «necesita» más el jersey rojo que el azul; o que «necesita» dormir con papá y mamá… En realidad, «necesita» dormir y «desea» estar con papá y mamá, pero ambos hechos tienen la misma importancia para él. Sin herirlo, tendremos que enseñarle, poco a poco, a distinguirlos.
¿Cuál es la actitud correcta frente al niño desbordado por una emoción?
Es importante recordar que el «tsunami emocional » que representa la ira pone al pequeño en un estado de auténtica angustia. Por eso, algunos niños, cuando «tienen una crisis», nos miran y tienden los brazos. En ese momento, necesitan que el adulto los envuelva en sus brazos para sentirse comprendidos. Sólo cuando la tensión ha disminuido, es posible hablar con ellos de lo que acaba de ocurrir. Además, debemos tener cuidado de no ceder a nuestra propia ira, ya que es una emoción contagiosa que, normalmente, provoca un bucle. Por otro lado, también es una emoción «pantalla» que esconde otra: por ejemplo, cuando un niño se pierde en una tienda, en el momento en que su padre o su madre lo encuentran, a menudo reaccionan expresando su ira. Pero lo primero que ha sentido el adulto es el miedo de haber perdido a su hijo. Si empieza diciéndole: «He pasado miedo», este mensaje permitirá al niño escuchar mejor a sus padres. Es más fácil recibir el sufrimiento de alguien que su ira, sobre todo para un niño.