Conocer mejor cómo funciona el sueño de tu bebé y todo lo que puede perturbarlo te permitirá ayudarle a que sus noches sean apacibles y reparadoras.
Las dos caras del sueño en los bebés
A lo largo de un ciclo de sueño, se alternan dos tipos de sueño: el lento y el paradójico. Durante el sueño lento, el pequeño está completamente inmóvil, sus músculos no están relajados (por ejemplo, puede tener los puños cerrados) y su respiración es regular. En esta fase, se segrega la hormona del crecimiento, las células se multiplican (sobre todo, las del sistema inmunológico y las de la piel) y se recupera el desgaste experimentado durante el día. En el sueño paradójico, la respiración del niño es irregular y entrecortada por pausas, sus músculos están relajados y en su cara se dibujan todo tipo de gestos. Aparecen sueños y pesadillas, y los conocimientos adquiridos a lo largo de la jornada se organizan y memorizan.
«Para que Rober duerma lo necesario, intentamos no cambiar su hora de acostarse. Y para ayudarle a que se duerma con más facilidad, nunca faltamos a nuestro ritual nocturno: le leemos un cuento que elige él y luego le cantamos una nana en inglés que le gusta mucho (“Hush little baby”). « Lucía y Pablo, padres de Rober, 2 años
Sueños y pesadillas a partir de los 18 meses
Aunque el sueño paradójico ya existe en la vida fetal, no podemos hablar de verdaderos sueños y pesadillas antes de los 18 meses o los 2 años. La auténtica actividad onírica aparece a la vez que el lenguaje y, sobre todo, en el momento en el que la vida psíquica empieza a tomar forma, cuando el niño es capaz de identificar las pulsiones de amor y de odio que hierven en su interior. ¡Los sueños y las pesadillas le son muy útiles en este aspecto! Los sueños son una válvula de seguridad puesto que le transportan, le ayudan a escaparse de la realidad y de sus obligaciones: en los sueños, todo está permitido, no se respetan la lógica ni la coherencia, no hay prohibiciones ni castigos… Las pesadillas le permiten revivir circunstancias desagradables y superar la angustia que suscitaron.
«¡Cuando María tiene una pesadilla, se despierta aterrorizada! Voy a su cuar to, enciendo la luz para ayudarla a salir de su mal sueño y la cojo en brazos para tranquilizarla. Le explico sere namente que esa pesadilla es un cuen to que ella ha inventado dentro de su cabeza. Luego, le hablo con dul zura de cosas agradables para desviar sus pensamientos del re cuerdo de la pesadilla.« Alicia, mamá de María, 2 años y medio
La siesta, la mejor amiga del sueño nocturno
Si un peque no duerme la siesta cuando lo necesita, se nota enseguida: al final de la tarde está inquieto, agresivo, irritable, caprichoso… Como resultado, llega al momento de acostarse en tal estado de excitación que no puede dormirse. El sueño nocturno se ve afectado por la carencia de sueño diurno. ¡Por lo tanto, la siesta es la mejor aliada de las noches tranquilas! Para el niño, supone un respiro en medio de la jornada: le permite desconectar de la agitación del entorno, apaciguar su estrés con un ciclo de sueño y no abordar la tarde física y psicológicamente agotado.
«Para que la siesta tenga un efecto beneficioso en el sueño de la noche, me he dado cuenta de que Andrea no puede dormir más allá de las 15 o las 15.30 h. Por eso no dudo en despertarla cuando duerme demasiado. No lo hago si está en un sueño muy profundo, pero sí en cuanto empieza a moverse un poco, antes de que encadene otro ciclo de sueño.« Cristina, mamá de Andrea, 18 meses.
Texto: Isabelle Gravillon