En un clima de confianza, un niño es capaz de desarrollar rápidamente su sentido del humor. De las cosquillas a los juegos de palabras, la revista Popi os muestra el arte y el modo de hacer reír a vuestro bebé.
El atractivo de la sorpresa
Al principio eran las cosquillas. Especialmente en la tripa, en los piececitos o en el cuello. A partir de los 4 meses, es difícil que el bebé se resista a estos pequeños estímulos que agitan sus sentidos. Se puede estimular el tacto, el oído (por ejemplo, con ese estruendo que produce el “beso pedorreta”) o la vista (cuando una mueca deforma por un momento la cara de papá).
En la piel, las cosquillas aparecen en cualquier momento, aunque el juego ya haya empezado. Cuando sube la hormiguita, el bebé se ríe por las cosquillas, pero al poco tiempo lo hace también por la anticipación. Bastan dos dedos paseándose cerca de él para que suelte carcajadas de excitación.
El encanto de la repetición
La repetición ofrece un marco tranquilizador que favorece la risa. Pero la inquietud, o incluso el miedo, también intervienen. La risa nace del alivio. ¿Ha desaparecido su peluche? ¡Ah, no, está aquí! Es el famoso “Cucú-tras” que tanto les gusta repetir a los bebés de entre 8 y 10 meses. En su libro Les bébés de l’humour (Los bebés del humor), la psiquiatra infantil Paule Aimard cita el ejemplo de un bebé desconcertado al ver a su madre con el pelo cubierto de champú. Ella le habla para ahuyentar el miedo y el pequeño se ríe. En el juego de “te voy a pillar” o “te voy a comer”, existe una línea muy delgada entre la carcajada y el miedo, aunque el pequeño quiera repetir.
El gozo de lo insólito
Bien instalado en su rutina, el bebé se sorprende y a veces se divierte con lo que se sale de ella. “Coline se ríe cuando hacemos el tonto”, señala Juliette refiriéndose a su hija de 8 meses. Por ejemplo, cuando ando a gatas como un dinosaurio haciendo ruidos raros. Pero si lo repito al día siguiente, a lo mejor no se ríe”. ¿Está aburrida ya de su mamá dinosaurio? Lily-Maï, de 1 año, se ríe de las payasadas de su hermana que “se esconde, hace muecas o ejecuta bailes extraños. Siempre es agradecida, pero se ríe más con su hermana que con otros niños, seguramente porque se siente más a gusto”, comenta Théo, su padre. El clima de confianza es indispensable para que el pequeño disfrute de los insólito, lo sorprendente o lo que atemoriza.
El juego de la alteración
Es curioso ver qué cosas provocan risa. Para Paul Aimard “el humor nace de la interferencia de los dos planos”. En la frontera entre lo familiar y lo desconocido, entre lo tranquilizador y lo que atemoriza, entre lo habitual y lo extraño… el campo del niño se va ensanchando a medida que controla sus costumbres, sus hábitos, las palabras y los conceptos. “la risa del pequeño se nutre de repeticiones y de variaciones”, observa Laurent Dupont, codirector del festival de teatro “Premières Rencontres” (primeros encuentros). La alteración solo lleva a la risa si el niño puede relacionarla con algo que ha vivido o experimentado”. Un actor que usa un paraguas o un plato hará reír al pequeño espectador… si este conoce el uso normal de esos objetos.
El placer de la transgresión
Telefonear con una esponja, ponerse el pantalón en la cabeza, dejar que te llamen “doña Pedorreta”… Bastan cosas así para provocar grandes carcajadas. Porque a la gracia del gesto o del apelativo se suma el placer de constatar que hasta los mayores hacen tonterías, o que se les puede pinchar… en broma. En el humor hay un fondo de transgresión, tanto en los adultos como en los niños, y servirse de él es un modo de jugar con los límites, de experimentarlos, de superarlos o, aún mejor, de aceptarlos. “Lily-Maï se ríe cuando aprieta el botón de la lavadora y ve que se produce un ruido. Además, le divierte hacer algo prohibido”, dice su padre que está al cabo de la calle…
Béatrice recuerda el día en que su marido, para demostrar a los niños cómo debían comportarse en la mesa, fue adoptando las posturas más absurdas: de pie sobre una silla, echado sobre el plato… “Cada vez, decía a los niños: ‘¡No hay que ponerse así! ¡No hay que ponerse así!’ Se partían de risa. Desde entonces, cuando decimos a Abel que se siente bien, nuestro hijo repite todas las posturas que hizo su padre mientras repite: “¡No hay que ponerse así!”. Ha nacido un payaso que quiere hacer reír a los demás, ¡o al menos intentarlo!
El placer de compartir
“Desde los 2 años, Prune intenta hacernos reír”, dice Théo hablando de su hija mayor. No es que sea la niña más graciosa, pero nosotros la animamos. Como habla francés y mandarín, hace juegos de palabras en los dos idiomas. ¡Tiene un ingenio admirable!”. El mejor modo de fomentar el desarrollo del humor es la risa de las personas cercanas. Aunque, para ayudar al niño a adoptar esta mirada creativa y diferente sobre el mundo, también hay que pasar por “doña Pedorreta” desde el desayuno.
Texto: Aziliz Claquin. Ilustraciones: Isacile