Cuando llega el buen tiempo, ¿cómo no van a tener ganas de correr por el jardín? Prepara los rastrillos, el cubo, el delantal… y ayuda a tu pequeño a descubrir un fantástico espacio de experimentación y aprendizaje. Sigue las explicaciones y los consejos de Popi y Alain Baraton, jardinero jefe del Gran Parque de Versalles.
La naturaleza, una gran escuela de la vida
Cuando está en el parque o en el jardín de sus abuelos, siempre pasa lo mismo: a Clémence, de 2 años, le encanta observar a los bichitos que se esconden entre las briznas de hierba. A Ilès, que acaba de cumplir 3 años, le gusta arrancar algunas frambuesas del huerto familiar o coger unas margaritas para su mamá. ¿Niños prendados del jardín? Es algo de lo que se alegra el periodista Philippe Asseray, autor de Je plante, ça pousse! (¡Planto y crece!).
Y es que el jardín es un espacio de una gran riqueza para los más pequeños. Por supuesto, “no podemos pedir a un niño pequeño que pode las rosas”, subraya el autor con una pizca de malicia.
Pero la familiaridad con la fauna y con la flora aporta muchas enseñanzas. La primera de ellas parece la más evidente… y, sin embargo, tendemos a olvidarla: “¡El jardín es simplemente la vida!”, exclama Alain Baraton, jardinero jefe del Gran Parque de Versalles.
Según subraya este especialista: “Casi siempre estamos en contacto con productos industrializados. Hay pocos lugares donde se pueda experimentar la creación de la vida. En un jardín, la vida se expresa plenamente”. Una flor que se abre, un tomate cherry que crece, una abeja que poliniza… Para Alain Baraton “no es casualidad que se utilice la metamorfosis de la semilla para explicar el nacimiento de un niño”. Y enfrentarse a la eclosión de la vida hace que nos mostremos mucho más inclinados a cuidarla.
“Cuanto antes desarrolle un niño la sensibilidad hacia la naturaleza, antes querrá protegerla”, considera Philippe Asseray. Es una opinión que comparte Alain Baraton: “¿Cómo podemos sensibilizarnos ante la desaparición de los árboles si no los vemos?”.
El jardín permite a los más pequeños adquirir también la noción del tiempo. “Es el espacio del tiempo pasado, del tiempo presente y del tiempo futuro”, analiza Alain Baraton. En él, el niño puede descubrir variedades plantadas antes de que él naciera. Puede observar de forma concreta el ciclo de las estaciones -¿hay mejor prueba que las yemas para reconocer que llega la primavera?-. Y, por último, ¡todos los jardines están destinados al futuro!”. El jardín es, además, una escuela de paciencia. “¡Cuánto tardan!”, suspira el pequeño Antoine que cada mañana espera ver que las flores que sembró han crecido durante la noche.
“Lo que interesa a los pequeños es el resultado final”, subraya Philippe Asseray. “Por eso es mejor pedirles su ayuda en el momento de la cosecha. Arrancar un rábano de la tierra por uno mismo, ¡es mágico!”. También es una buena ocasión para experimentar la motricidad fina: coger con cuidado una fresa sin estropear la planta, utiliza la regadera para regar las lechugas, escoger una flor sin arrancar el tallo… Alain Baraton recomienda: “Podemos recordar a los niños que las flores no siempre se arrancan. Recuerdo esta frase de Théodore Monod: ‘Arrancar una flor importuna a una estrella’. Coger una, está bien, pero no de forma sistemática, y si es para regalársela a alguien, no para tirarla después”.
Paciencia, destreza, sentido de la observación… Son descubrimientos que dan la razón a este proverbio serbio: “En un jardín crecen más cosas de las que hemos sembrado”.
¡Todos al jardín!
Plantar un árbol: en lugar de hacerlo cuando el niño nace, Alain Baratón aconseja esperar un poco para que el pequeño pueda valorar el momento.
Incorporarlo a la cosecha: coger tomates cherry y comérselos in situ, poner él mismo la lechuga en el cesto, desenterrar las patatas… “Hay que lograr que se sienta orgulloso del producto obtenido”, subraya el jardinero. Alain Baraton recomienda plantar rábanos: “Dieciocho días después ya se pueden cosechar. Así el niño sigue el proceso desde el momento de la plantación hasta el de la cosecha”.
Mirar, oler y tocar: la mariquita que se pasea por el rosal, el aroma de la hoja de hierbaluisa, la lombriz que se puede coger con los dedos…
El jardín es ante todo una experiencia sensorial. No hace falta nombrarlo o explicarlo todo. Lo esencial es sentir. Como destaca Alain Baraton, “el jardín es un espacio de libertad”.
¿Y cuándo no tenemos jardín?
Philippe Asseray propone dos experimentos de germinación que interesarán a los más pequeños:
- La conocida judía blanca envuelta en un algodón húmedo.
- O, todavía más rápido, el berro de jardín. Si se colocan sobre un trozo de papel de cocina húmedo, las semillas crecen en un solo día. ¡Mejor imposible!
Texto: Joséphine Lebard. Ilustraciones: Peter Elliot