¡Cada uno tiene su manera de leer Popi! Con Marie-Jo Rancon, foniatra y asesora de la redacción, hemos recreado el retrato de diferentes tipos de padres y madres lectores. En definitiva, se trata de ver cómo aborda la lectura cada uno y qué le llega al niño que escucha.
Tipos de padres lectores
1. Lees exactamente lo que está escrito en Popi. Lo lees todo pero a tu ritmo. Demasiado rápido para un oyente tan pequeño. Te das cuenta, pero temes que se escabulla. Por eso no sueltas el texto hasta llegar de un tirón al final de la historia.
¿Qué le pasa al niño? Incluso si escucha y mira las imágenes, esta lectura no les es muy cómoda: aun le cuesta comprender el sentido de la historia, seguir las palabras y dejarse llevar por sus emociones, ¡todo a la vez!
2. Lees lo que está escrito pero tratas de adaptarte a su ritmo. Observas sus reacciones y, cuando él interviene, te paras para escucharle y darle tiempo para evocar lo que acabáis de decir o señalar. Y, una vez satisfechas su curiosidad y su necesidad de intentar hablar, vuelves al texto y las imágenes.
¿Qué le pasa al niño? A fuerza de oír historias, señala palabras, aísla frases… les va dando sentido y se atreve a formular, sobre ese mismo modelo, sus propias frases. Les va dando sentido y se atreve a formular, sobre ese mismo modelo, sus propias frases. Y así va siendo capaz de expresar lo que ha entendido y, más tarde, de producir pequeños relatos sobre su vida.
3. No lees el texto. Prefieres comentar la historia. Te cuesta entrar en las palabras de otro. Por eso picoteas algunas informaciones del texto y de las imágenes e, intuitivamente, te ajustas al niño, ofreciéndole la versión que te parece mejor para él. A veces, el relato se alarga, se transforma en conversación. Cada lectura de la misma historia es diferente.
¿Qué le pasa al niño? Lo comprende bien, ya que se trata del lenguaje oral, familiar, que conoce. Te interrumpe a menudo, como cuando habla contigo, disfrutando del intercambio. Pero, a veces, quiere reencontrar las frases exactas de la última versión, que le han hecho reír o le han dado miedo. Si el texto cambia en cada lectura, el niño no puede vivir el placer de anticipar lo que conoce de la historia, ni llega a comprender la permanencia de lo escrito.
4. No lees el texto: entrevistas al niño. Le preguntas sobre lo que ha comprendido de las imágenes y las situaciones, a fin de mantener su atención.
¿Qué le pasa al niño? Si bien el juego de preguntas-respuestas le permite clasificar las cosas de la vida en dominios de saber (¿Quién come verduras?, ¿están contentos?), la forma interrogativa, a menudo idéntica, y sus respuestas (sí o no) no enriquecen demasiado su lenguaje.
5. Interpretas el texto. Enriqueces el texto con mímica, modulaciones de voz, onomatopeyas, silencios… En cada lectura, permaneces fiel al texto y su interpretación.
¿Qué le pasa al niño? Vive la historia, absorbe su riqueza e interacciona contigo. Seguramente tú, madre o padre lector, tienes la impresión de hacer todo esto a la vez. Y así suele ser. Además, en la familia, cada uno tiene su manera de leer, y esto es muy enriquecedor para un niño.