En nuestra cultura occidental, que tiende a situar al ser humano por encima de todo, y en nuestra vida cada vez menos conectada con la naturaleza, ¿qué puede aportar un animal a los más pequeños? Popi recoge una experiencia singular: los perros llegan a la escuela infantil para compartir momentos con los bebés…
La experiencia de acercar los perros a los bebés en la escuela infantil
Una vez al mes, la guardería municipal del ayuntamiento francés de Plonéour-Lanvern (Finistère) recibe a unos invitados especiales: Dune y Garenn, dos pastores de Shetland, acompañados por Claire, su dueña y monitora. Vienen a trabajar con los niños. Y es que, al diploma de especialista en psicomotricidad, Claire Dhorne-Corbel ha añadido una formación en mediación animal: «El animal es una de mis herramientas de trabajo».
En la guardería, hay una sala destinada a las visitas de estos compañeros peludos: allí tienen su espacio y sus casitas, es decir, sus transportines. Los niños van a visitarlos en grupos de cuatro como máximo y asisten a sesiones de treinta minutos. Las visitas no son solamente para los niños mayores: también los bebés más pequeños (3 meses) acuden en brazos de una auxiliar de puericultura. El objetivo inicial era sensibilizar a los niños y a sus familias de los peligros de las mordeduras. «Pero fuimos más allá de lo que creíamos». La presencia de los perros, que por supuesto están adiestrados, permite hacer avanzar a los niños en varios aspectos: en la coordinación, en la toma de iniciativas, en la localización de los puntos de referencia en el espacio e, incluso, en el desarrollo psicomotor.
La comunicación entre perros y niños
El primer encuentro entre los perros y los niños es sensorial. «Todos los órganos de los sentidos se activan en un momento u otro», explica Claire Dhorne-Corbel. «La comunicación se establece a través de las emociones y de las sensaciones. Los niños se sienten atraídos por los movimientos de los animales, por sus posturas, ¡todo eso les dice algo!, incluso a los que todavía no saben hablar. Las sesiones siempre empiezan con un saludo. Uno a uno, cada niño escoge el suyo: una caricia, un ligero contacto con el animal o una simple mirada. Para todos, perros y seres humanos, es el momento de medir la “temperatura emocional”.
Luego vienen las actividades: juegos, recorrido de motricidad, cuidado de los perros… Los niños aprenden a ajustar su comportamiento: no hay que mostrarse ni demasiado cercano ni demasiado excitado ni demasiado brusco. Enseguida estallan las carcajadas y los ladridos de alegría. Dune y Garenn son objeto de numerosas observaciones y discusiones. «Hemos trabajado con el cuerpo, con el del perro y también con el nuestro», explica Claire. Por ejemplo, cuando una niña ha señalado que el perro cogía las cosas «con la boca», los demás han hablado sobre lo que podía hacer o no hacer un perro… ¡y ellos mismos! «El perro les ayuda a tomar conciencia de su identidad humana y también de todo lo que tenemos en común a pesar de nuestras diferencias: el animal no habla, pero entiende y se hace entender».
Los niños aprenden a respetar a las mascotas
El personal de la guardería también aprovecha para trabajar sobre el «marco», es decir, sobre las reglas que hay que respetar para que todos (niños, adultos y animales) se sientan a gusto. De nuevo, el reflejo que devuelve el espejo de los perros aporta muchas enseñanzas: «Fijaos, los perros se pueden enfadar, igual que nosotros, pero no nos pueden pegar. Los dos perros juegan a pelearse, pero no se muerden». Los niños establecen paralelismos: «Ah, sí, no hay que tocar a un animal que está durmiendo o comiendo, ni tirarle del pelo… Es como cuando dormimos la siesta, nos tienen que dejar tranquilos». En 1913, Sigmund Freud decía que el niño considera al animal totalmente su igual.
Un igual a la vez espejo y diferencia, que está disponible, que no comenta, no compara y no espera progresos. Algo muy valioso para la construcción de la vida interior y de la confianza en sí mismo. Al final de la mañana, antes de que los perros y su dueña se marchen, los niños se reúnen para despedirlos. Es un momento tranquilo: los animales están en sus transportines, y los niños, tumbados en las alfombras o en brazos de los adultos presentes. Unos y otros se miran, todo el mundo se relaja, hasta los más «movidos». Los perros se adormecen y los niños están a punto de imitarlos. Las reacciones adecuadas as reacciones adecuadas ante un animal nte un animal
Qué hacer si el niño tiene miedo a la mascota
Si el niño tiene miedo. Hay que cogerlo en brazos para evitar que esté a la altura del animal. Si el niño es muy confiado. Hay que darle algunas pautas:
• debe dejar que el animal le olfatee.
• debe hablarle con voz suave y tranquila.
• debe quedarse quieto o moverse despacio.
• debe observar al animal y estar pendiente de su comportamiento.
• y, para conocerlo, debe ponerse a su altura y dejar que se acerque sin imponerle su presencia y sin intentar acariciarlo (¡sobre todo en la cabeza!).
Autora: Anne Bideault